Roberto tiene 35
años, es alto y musculoso, parece el producto de una mezcla racial en la que
seguramente hubo indígenas. Eso puede verse también en sus ojos oscuros
profundos y algo rasgados. En la piel cobriza de su espalda y brazos lucen diferentes tatuajes,
entre ellos una serpiente.
Viste en forma
humilde y a veces - parece depender de su estado de ánimo- lo hace en forma
andrajosa. Pero eso es simplemente la manera de demostrar su desinterés por el
mundo, aunque sabe lucir caras camperas de cuero y championes de marca.
Vive a monte, en
ocasiones con su hermana, otras con amigos, a pesar de tener una casa en a la que poco va y a la que cuida menos.
Sus manos son de
hombre de trabajo, fuertes y ásperas. Aunque no nacieron para tocar el piano, si para acariciar.
Parece estar
siempre riendo desde lo más profundo de sus ojos aindiados que tienen un brillo especial. Lleva el pelo largo y enrulado,
cada tanto lo sujeta con una gomita. Cuando lo suelta parece es la viva imagen de un charrúa musculoso,
recio y rebelde.
No aplica para el
ninguna regla, ni horarios, ni compromisos. Al igual que no aplican las normas
sociales es hermano de todos los vicios, desde el vino de caja a la más oscura
de las drogas.
Cuando habla puede
hacerlo en forma dulce y tierna, entonces sus palabras y frases son como las de
un niño. Otras es capaz de decir frases profundas que tal vez haya escuchado en
alguna parte.
Su personalidad me
intriga porque siempre dudo de “si se hace” el tonto para pasarla bien y no
complicarse o si en realidad lo es.
Su vida no fue
fácil, prácticamente no tuvo familia y lo crió un hermano. Creo que debido a eso le cuesta apegarse a las
cosas o seguir las reglas que a los demás nos han enseñado.
Es como un magnifico caballo salvaje difícil de entender
y por lo tanto de domar.
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